Migremos. El futuro de las revistas está en Australia.
Para todo adicto a las revistas, Estados Unidos es algo así como el infierno-paraíso terrenal donde puedes volverte pobre si no te controlas. No solo por las buenas revistas que se editan aquí en Nueva York, San Francisco, Portland – Oregon, entre otras ciudades, sino por la oferta enorme que se puede hallar en las librerías y kioskos. En mi carrito de compras, solían ser clásicas The New Yorker, The Paris Review, Wired, The Rolling Stone, Harvard Business Review, para mencionar las más comerciales, y Ninth Letter, Kinkfolk, Tin House, entre las menos fáciles de hallar.
Sin embargo, desde hace un tiempo llama la atención una guerrilla silenciosa de publicaciones de Inglaterra (Acne Paper, Cereal, Wrap), pero sobre todo de Australia (Smith Journal, Frankie).
Sus diseños son limpios y agresivos. Un difícil balance. Privilegian las fotos grandes y no son fundamentalistas con la dimensión de los textos. Ni se atolondran con las pastillas (Wired, Rolling Stone, Fast Company, GQ, Vanity Fair) ni son cruzados de los artículos kilométricos porque sí.
Todo va en su justa dimensión y las revistas son una armonía de sorpresas. Textos breves, medianos y también piezas largas que uno no quiere que acaben nunca. Las fotos son bellas. No buenas ni bacanes. Bellas.
No tienen publicidad. Ojo con este nuevo paradigma. (Si quieres saber más, lee el manifiesto de la revista francesa XXI. También, en menor dimensión, mira el trabajo de Cometa). Los artículos son claros y están bien editados.
Son estas revistas las que, confesión de parte, ahora me muero por comprar en papel y que estoy aprendiendo a disfrutar. Las otras que he mencionado las sigo queriendo y leyendo, pero cada vez más online o en tablet. Y me encantan así.
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