Gente marrón

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Una pareja de agricultores latinos en Maine fue a una tienda Walmart a enviar dinero a su país, como cada mes. Habían escrito el nombre del destinatario en un papel, y se lo entregaron a la vendedora que los iba a atender para que lo copiase en el formulario. Era una mujer blanca de unos cuarenta años. La pareja es marrón, no habla inglés, pero ambos conocen las letras. Notaron que la empleada había confundido la M por la N y se lo dijeron en su inglés masticado. «It’s M, not N».

La vendedora tomó el papel del que había copiado el nombre y porfió. Según ella, allí decía N. La pareja insistió. «M not N». La empleada los miró y les tiró el papel, regañándolos como a niños. La pareja no entendió más que una palabra: «Stupid». La historia me la cuenta otro día la agraviada en la sala de espera de un hospital, donde yo la  acompañaba para un examen de rutina. No estaba muy segura de si con «stupid» la vendedora blanca de la tienda se refería al papel, a la letra, a ella o a ellos.

No es normal que en una interacción vendedor-cliente, que debe ser neutral, 1) el vendedor regañe al cliente, 2) le tire un papel, 3) mencione la palabra «estúpido». No es normal si entendemos que la relación vendedor-cliente, como cualquier otra entre seres humanos, es una relación de iguales. Pero como estos clientes eran marrones y la vendedora, blanca, la igualdad dependía de lo que esta última pensase de sí misma. La vendedora creía que su estatus (su piel) le permitía maltratar a aquellas personas. La misma mentalidad del blanco que maltrata al cholo, en Latinoamérica.

Nunca me ha pasado algo así en un supermercado de Maine. Pero hace unos días, mientras caminaba por un parque de la ciudad de Lewiston, una mujer blanca me gritó: «Oye tú, el de camisa púrpura: ¿eres latino? Entonces regrésate a tu país». La mujer estaba sentada en una escalinata y tenía la mirada desafiante y una pandilla de amigos alrededor. Le hice caso. Mentalmente me fui.

Días después, en la sala de espera del hospital, la mujer que antes había sido agredida en Walmart y yo intercambiábamos historias post electorales en español. Alrededor había unas veinte personas. Todas eran blancas, de cabello rubio o castaño, ojos verdes o azules. Algunas nos observaban con curiosidad. Los únicos marrones éramos ella y yo, y resaltábamos por la piel, el cabello negro, y el idioma. A ella le iban a sacar sangre. Yo iba como su intérprete. Pasamos a un consultorio. Una enfermera le pinchó el brazo. Un enfermero grandote como un jugador de fútbol americano tomaba notas en una computadora. Antes de salir, nos preguntó: «¿Desde hace cuánto viven acá?». Yo miré a la paciente. Ella me miró. Yo miré al enfermero. ¿Por qué nos hacía esa pregunta? ¿Acaso teníamos un cartel que decía que no éramos del lugar? Esto no se lo dije. Solo lo pensé. Ahora el enfermero parecía nervioso.

«Oh, perdón», se disculpó. «Les pregunto porque yo soy de Francia».

La paciente sonrió con camaradería de forastera a forastero. «Yo vivo acá desde hace rato», le dijo y yo lo repetí en inglés. La brisa densa pasó y nos reímos todos. «Disfruta este estado», le dije al enfermero, al salir. «Es muy lindo». Y en general lo es. Pero ahora existe esta tensión.

«No parecía francés, ¿no?», me dio la paciente a la salida del hospital. «Era igualito a la gente de acá».

Tenía razón. Con solo verlo a la cara, nadie iba a asumir que ese enfermero castaño y gigante no era una persona local. Era un inmigrante como nosotros, pero su piel lo volvía distinto, le confería otra categoría. Era un inmigrante blanco.

Muchas personas piensan que la amenaza antiinmigrante del Gobierno entrante se trata solo de un asunto de papeles. O sea, si tienes tus papeles, tranquilo, todo normal. Pero los que estamos acá sabemos bien que la amenaza está avivando los demonios idiotas de la supremacía racial. O sea, si eres blanco-europeo, no problem, la vendedora te tratará con respeto. Pero si eres marrón o de cualquier color equivalente, no importa si eres ciudadano desde hace diez generaciones, alguien se creerá con la libertad de asumir que no eres de acá o, incluso, de insultarte.

Esto está pasando en Estados Unidos no en la televisión. Es la purita y cada vez menos reporteada vida cotidiana.

Foto: Paul Arps

13 Comentarios

  1. Flor dice:

    Hay dos formas de discriminación. La que viene de una mente intolerante, llena de prejuicios, estancado en su evolución humana, es decir la que viene de afuera. Y la otra forma de discriminación es la que viene de adentro, la de creerse menos porque el de afuera lo señala con su dedo torcido, o sentirse menos o mal por lo que una mente insconsciente de la unicidad humana le diga. No hay nada mejor que sentirse ciudadano del mundo.

  2. Hola Marco, eres de los pocos que hablan de la choledad peruana muy necesaria por cierto.

  3. angela capcha vásquez dice:

    Realmente extrañamos a Piji

  4. Lorenzo Torrejón dice:

    Creo que exageras. Que los estadounidenses de origen europeo no quieran ser minoría en el país que sus ancestros construyeron no me parece algo racista, es defender lo que les pertenece, conservar su herencia europea y su cultura. ¿Por qué les reprochas eso? Tú eres extranjero en Estados Unidos, por más papeles y nacionalidad que tengas, por lo tanto debes respetar la opinión de los autóctonos de ese país. Y que si muchos norteamericanos prefieran inmigrantes europeos que amerindios, bueno, recuerda que a lo largo de la historia de Estados Unidos eso se dio con normalidad, el ius sanguinis fue el elemento formador de la identidad estadounidense, y al parecer fue existoso, puesto que la homogeneidad racial de Estados Unidos hizo que en poco más de un siglo se comvirtiese en potencia mundial. Por último, estimado Marco, el país que te vio nacer siempre te recibirá con los brazos abiertos y serás más respetado entre personas de tu etnia y raza que entre extranjeros que te ven con recelo, algo que no debería enojarte, sino reforzar tu identidad.

    • Inka dice:

      Si de respeto se trata entonces primero a los amerindios pues ellos son los autóctonos de America uds. Europeos también son y fueron inmigrantes en America … Y esto no solo sucede en EE UU lo hay en mi propio país Perú entre el blanco de la costa y el autoctono cobrizo del Perú a este paso volverá a renacer un nuevo Hiltler amerindio…

      • Lorenzo Torrejón dice:

        Los amerindios tampoco son autóctonos, ustedes vienen de Asia. En América todos somos inmigrantes, pero algunos países fueron fundados como mayoritariamente blancos y otros no. Lo que sucede ahora es que las personas de color migran a los países tradicionalmente blancos y no a la inversa, ¿te parece eso justo?

      • Hola. Publico tu comentario por mero interés antropológico. Como muestra de cómo se pensaba en el pasado. Gracias.

      • Evelyne dice:

        A Lorenzo Torrejón, te pregunto a cuál homogeneidad racial te refieres? Los Estados Unidos fueron construídos por Amerindios, Europeos y Africanos, que se mezclaron en casi todas las regiones del país, incluyendo aquellas en donde pareciera que no hubo tal mezcla. El mito de la homogeneidad de la pigmentación de la piel y de la cultura de EEUU es un mito totalmente desconectado de la realidad, fomentado justamente para sustentar una narrativa excluyente de ciertos grupos considerados como sobrantes. En EEUU nunca ha existido una cultura, ni un sólo grupo de personas.

  5. Hola Marco, soy peruana y resido en España desde hace 16 años. tengo un blog «Hijos del Perú» https://hijosdelperu.wordpress.com/2016/10/30/la-idiosincrasia-racial-y-clasista-en-los-paises-de-origen-adopcion/ donde toco temas de adopción e inmigración, también toco temas de racismo ya sea como inmigrante o el racismo interno de nuestro Perú.. me ha encantado leerte.

  6. FREDDY CESAR MALDONADO VILLALBA dice:

    Pero Marco,… en el Perú eres una personalidad.

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