Miedos que los machos no sentimos
Un varón siente la seguridad suficiente para caminar por una calle desolada a las tres de la mañana. ¿Qué sensaciones produce la misma calle en su esposa? Ella no caminaría por allí. Ella tomaría un taxi. Ella tiene miedo de que la violen.
La vida de las mujeres está hecha de estas pequeñas decisiones, marcada por una serie de temores que tienen que sortear. Los hombres no sabemos con detalle lo que se siente ser mujer, en un mundo diseñado por machos, y muchas veces ni siquiera queremos enterarnos. Ignorar es nuestro privilegio. Durante siglos de calzoncillocracia, hemos construido la realidad tomando nuestros sentimientos como medida natural de las cosas. Salir de casa es un asunto más sencillo para nosotros. ¿Por qué no estamos luchando con más energía para que sea igual de sencillo para ellas?
El escritor e instructor de yoga Matthew Remski publicó un post de Facebook donde analiza su propio machismo, en el plano más cotidiano, como cuando se siente insultado por su pareja solo porque ella le sugiere tomar un taxi en lugar de caminar por aquella calle desolada. Remski me ha permitido traducir la entrada de su post. Acá va.
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Por Matthew Remski
Ni siquiera había comenzado a comprender el constante estrés físico y mental, ni el agotamiento de la cultura de la violación, hasta que tuve una discusión con mi pareja sobre cómo iba yo a llegar al paradero de autobuses, a las 3:30am, para coger un bus rumbo al aeropuerto. Eran quince minutos de caminata en una vía desolada bajo un puente abandonado. El paradero mismo está en una esquina que podría parecer sospechosa. Ella sugirió que tomase un taxi. Yo pensé que era innecesario. Y me irrité de una manera incomprensible.
Somos de edades distintas, y entendía que tenemos diferentes ideas sobre la seguridad personal. En un plano más amplio, también comprendía que estábamos ante un desencuentro de género: que su acceso a la libertad era simplemente más estrecho que el mío, y que esto se debía al tamaño diferente de nuestros cuerpos y a la constante posibilidad de un asalto sexual.
Saber esto estaba bien. Pero la realidad no me golpeó hasta que me detuve por lo enfadado e indignado que me sentía con la mera «idea» de que yo no debía caminar libremente en mi barrio, a la hora que quería, que debía pagar un taxi para protegerme. Hacerlo me parecía obsceno. Obviamente, yo debería poder ir y venir sin miedo, o, como mínimo, con la confianza suficiente para defenderme si esto fuera necesario. La simple idea de que yo debía tener miedo me enfureció.
Mi pareja se detuvo y me observó con esa mirada.
La mirada sugería que ese límite en mi libertad es una realidad permanente para las mujeres (y para las personas trans y gay) hasta el punto que la rabia debe ser normalizada y que ellos deben llevarla a cuestas como un peso muerto. A partir de ahí comencé a sentir algo nuevo y terrible: supe que ser varón, igual que ser blanco, hacen que mi «comodidad básica» en el mundo me parezca el orden natural. Que yo no lo pueda notar está en la raíz de mi privilegio. Es la razón por la que no me he molestado en pelear más duro por la justicia: he asumido que todos se sienten o deberían sentirse igual que yo.
Foto abridora: Ian Carroll
2 Comentarios
En mi caso, y creo que el de muchas otras mujeres, el miedo empieza por lo que vas a tener que escuchar siendo una mujer sola caminando en las calles de Lima, incluso muy transitadas, la violencia sexual contra la mujer empieza verbalmente, nadie te defiende, nadie dice nada… Caminar en una calle solitaria, o incluso entrar al baño solitario de un supermercado o un mall es demasiado riesgoso, no creo que un hombre jamás llegue a sentir un miedo así.
Caro: lee este post de Remski http://matthewremski.com/wordpress/minimization-patriarchal-reflex/
Es muy muy bueno.
Un abrazote!