Racistas ilustres

Dominic Alves

.

Las razas humanas no existen. Existe el racismo: la creencia de que existen las razas humanas y que algunas son superiores a otras.

Por eso, obvio, es descabellado afirmar que existe una raza peruana o mexicana o europea o blanca o negra o mestiza. La evidencia de que el antirracismo ha sido un tabú en la educación de todos los niveles es que escuchamos a profesionales y no profesionales cometiendo el mismo error: hablan de razas como si fueran realidades.

Es más. En algún momento del siglo XIX, la idea de que la «raza indígena» era un lastre al progreso entró a formar parte de educación formal peruana gracias a intelectuales como Sebastián Lorente, autor de algunos libros deformativos. Por ejemplo, define a los indios como holgazanes, indolentes, carentes de sentimientos elevados. Esa idea cavernaria se sigue transmitiendo en las escuelas, unas veces de manera sutil, otras de manera explícita. Y por eso, lamentablemente, tener «buena educación» no te hace necesariamente menos racista. A veces, el efecto puede ser el contrario, como se lee en «Ideologías lingüísticas y racialización: un estudio con alumnos de secundaria», de Ysle Mesía.

Como ha estudiado Ibram X Kendi, en su libro Stamped from the beginning, las ideas racistas evolucionan en paralelo con las fuerzas que tratan de desmontarlas. Por eso, así como vemos gente trabajando contra la ideología racista, también vemos a otras personas trabajando en su favor. El racismo explícito del siglo XIX es rastreable en los discursos de varios de nuestros empoderados racistas actuales: del expresidente Alan García al director de la Biblioteca del Congreso Ricardo Vázquez Kunze, del exministro de Producción Pedro Olaechea al gerente minero Carlos Aranda. Basta leerlos y escucharlos cada vez que hablan de desarrollo, progreso, conflictos sociales, idioma, indígenas, Amazonía.

(Una página de República sin ciudadanos, de Alberto Flores Galindo, que, como dice Cecilia Méndez, pocas veces recordamos en su exposición del racismo).