Perú contra el olvido

Hay distintas maneras de ejercer la violencia. Forzar el olvido es una de ellas.

En el Perú, nadie encarnó mejor ese impulso por el olvido que el dos veces presidente Alan García, quien se suicidó el 17 de abril. El dramatismo de su final (se disparó en la cabeza) creó un clima de desconcierto que políticos, intelectuales e incluso periodistas cercanos a él aprovecharon para intentar instalar desde los medios de comunicación una falsa memoria oficial del expresidente. Lo llaman “héroe”, “mártir”, “perseguido”, lo que no tiene relación con lo que muchos peruanos, quizá la mayoría, recordamos.

Para entender las causas de la megacorrupción peruana actual —cinco expresidentes encarcelados o procesados— hay que remontarse a la segunda mitad de la década de los ochenta, cuando Alan García era el joven presidente de un Perú pobre y aterrado por una guerra interna. En esos años, García inauguró una manera de gobernar que ha marcado hasta hoy la historia del país: la idea de que el Estado puede ser la mina personal de quienes están en el poder, desde presidentes hasta alcaldes de pueblos remotos. Y también que el talento principal de un político consiste en fomentar el olvido colectivo para volver a gobernar.

El desastre que era el Perú tenía numerosas causas, pero las dos más visibles eran las figuras que dominaban el país. Uno era el presidente García, quien gobernaba rodeado de gente corrupta e ineficiente. El otro era Abimael Guzmán, el exprofesor de filosofía que lideraba Sendero Luminoso y se hacía llamar presidente Gonzalo. Por distantes que fueran sus posiciones, ambos parecían tocados por el paradójico mesianismo de quien intoxica lo que anuncia que va a salvar. Guzmán llenaba Lima con pintas que anunciaban la guerra popular. García, orador profesional, dominaba el país con su retórica engañosa. Ambos fueron los dos villanos de mi infancia y de muchos otros peruanos.

Me enteré del suicidio de García a la distancia, mientras viajaba con mi esposa por el sur de Estados Unidos, donde ahora vivo. El impacto contenía ese viento de irrealidad de los acontecimientos que parecen imposibles… [Lee el resto de la columna aquí]

2 Comentarios

  1. A mi opinión, lo más trágico que causó el «mártir» de los corruptos, es desactivar la Ley N°20598 LEY DE EMPRESAS DE PROPIEDAD SOCIAL, cuando ya teníamos funcionando más de 100 grandes consorcios autogestionarios, lo mató, posiblemente por órdenes de la CONFIEP de esa época, de su primer gobierno. Esto va originar la informalidad, porque no todos tienen capacidad creativa ni capital inicial para ser «emprendedores» de la propiedad «individual». Necesitamos mecanismos para hacer entender que estos últimos gobiernos deberían respetar el artículos 17° de los DD.HH.
    La propiedad social es autóctono de los andes, más de 7 mil comunidades campesinas y nativas usan como «tierras comunales» pero, el sistema educativo no enseña. Es lamentable, que, las autoridades se consideren peruanos, pero, viven a las espaldas de muchos patrimonios culturales autóctonos de los andes que pueden solucionar los problemas sociales del país y del mundo globalizado, como solucionó el problema del hambre la papa y el maíz, desde el siglo XVI.

  2. Marisol Ramsay dice:

    Gracias Marquito por enviarme tu articulo. Lo valoro mucho. Besos.

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