Lo bueno lo malo y lo cholo

I. Una policía que controla el tráfico de la avenida Javier Prado, en San Isidro, un barrio adinerado de Lima, se para delante de una camioneta a punto de voltear a la izquierda en la misma esquina en que un cartel lo prohíbe. La policía le indica con la mano a la conductora que siga de largo, pero la conductora no le hace caso y acelera hacia la agente. La policía retrocede por el golpe pero se mantiene en el lugar, con una rara convicción que parece reunir experiencia y amor propio. La conductora vuelve a acelerar y su camioneta empuja otra vez a la autoridad. El juego de fuerza, camioneta de lujo empujando a policía chola, se repite una, dos, tres, cuatro, cinco, seis veces… y ahora hay gritos que se pierden en esa noche en que miles de personas intentan regresar a su casa después del trabajo. Pasan conductores al lado, peatones, ciclistas y nadie se detiene. Nadie se exalta salvo alguien que registra la escena desde su coche.
II. Los ingenieros de apellido Colque Huamancuri y Bresciani Camogliano envían sus hojas de vida a una empresa para competir por el mismo puesto. ¿A quién llaman los reclutadores para la entrevista de trabajo? Un equipo de investigadores de la Universidad del Pacífico realizó este experimento para medir la influencia del racismo en el proceso de contratación de personal en empresas privadas. La investigación se llama «Discriminación laboral en Lima: el rol de la belleza, la raza y el sexo» y para realizarla crearon unas 5.000 hojas de vida ficticias y las enviaron a compañías que buscaban empleados. Los postulantes de apellidos de origen europeo y tez blanca que postulaban a puestos profesionales recibieron 120% más de respuestas positivas que los postulantes de tez marrón y apellidos indígenas. Es decir, cuando las compañías buscan profesionales, prefieren con mayor frecuencia a las personas blancas que a las cholas.
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