Cuando los más jóvenes te mencionan (con cariño o respeto o ninguna de las anteriores), envejeces. Comprendes que ya no eres más el cronista imberbe o el editor flamante o el chibolo nervioso que hacía las cosas para tener la venia de los mayores. Sigo siendo nervioso, pero ya no quiero reverenciar a nadie.
Los estudiantes de la escuela de periodismo de la Universidad Católica editaron una revista llena de artículos y conversaciones con periodistas talentosos y emprendedores peruanos y, seguramente debido a algún desliz editorial, conmigo. Mientras los mayores hablaron de cosas serias e importantes, como debe de ser, me dio mucho gusto explayarme sobre mis gatos y mi perro.
El periodista Carlos Portugal, quien conversó conmigo vía Skype, supo darle cabida a esa faceta desequilibrada de mi personalidad. El artículo tiene momentos como este:
–Saludos para Piji – le digo.
Y después de unos segundos me doy cuenta:
¿Acabo de mandarle saludos a un perro?
A esto induce el mundo creado por Marco Avilés. Ha convertido a Piji en un personaje de sus columnas en la revista Domingo de La República. En un personaje de sus historias. Para él hablar de su mascota es una forma de contar historias minimalistas. “No soy un periodista interesado en los grandes temas que interesan a los grandes periodistas. Me importan más las pequeñas épicas de la vida cotidiana”, sostiene Marco Avilés, el cronista.
Cuando la revista salió publicada, comprobé que unas frases que escribí hace unos años adornaban (o malograban) la contratapa de la revista. Fue bonito. También raro. «Los chibolos piensan en ti como tú antes pensabas en tus mayores», me dije. Y me dio un lindo escalofrío.
Deja una respuesta