La Oficina Equidad e Inclusión de la Universidad de Chile me invitó a dar esta charla:

Fue una mañana llena de preguntas y ejercicios de interseccionalidad. En la sala había representantes de colectivos LGTBI+ y personas con discapacidades físicas. También peruanos que estudian o trabajan en la academia chilena.

El director de cine Diego Sarmiento estuvo en el público y proyectó unos minutos de su última película, Sembradoras de Vida. Un honor.

El siguiente es extracto del texto de presentación que leyó Maribel Mora Curriao, directora de la oficina de Equidad e Inclusión de la universidad:

En Chile, el racismo se ha evidenciado tanto en discursos de gobernantes, como de estudiosos en distintas épocas, quiénes se han vanagloriado de que no somos un país de indios (porque estos se mezclaron con los europeos dando origen a la “raza chilena” en el decir de Nicolás Palacio a inicios de siglo XX) o que no tenemos ancestros negros -lo de afrodescendientes es una cuestión reciente- pero ¿por qué no teníamos negros si la Conquista y la colonia se sustentaron en la esclavitud de integrantes de pueblos africanos? porque en este país los negros se morían de frío… ¡como si todo el país tuviese el mismo clima! O como si no hubiese forma de cubrirse para el frío; pero sobre todo el racismo se expresa claramente en ese dicho que  señala que “somos los ingleses de Latinoamérica”.

La negación, la invisibilización y el ocultamiento son algunas de las formas socio-culturales en que nuestro país “blanquea”, “higieniza” y “despolitiza” las diferencias propias de la diversidad cultural que nos conforma. Tal como se ocultan los secretos de familia, se ha ocultado lo negro, lo indio, lo pobre, de nuestra historia. Por eso es que el eximio cronista chileno, Pedro Lemebel ironizó y ridiculizó en sus escritos las estrategias del salón de belleza para  ocultar al ancestro indígena que se asoma en la piel, en el pelo, en la cara: “Porque ella quiere ser rubia, blanquear el cochambre oscuro de su cara con el tono castaño miel que le recomienda el peluquero[…]”  En ese ocultamiento capilar, dice Lemebel, parecieran transmutarse “[…] las mechas tiesas de América latina […] Como si en este aclarado se evaporaran por arte de magia las carencias económicas, los dolores de raza y clase que el indiaje blanqueado amortigua en el laboratorio de encubrimiento social de la peluquería”. Expuestos así al escarnio público nuestro pasado y nuestro presente indio, hace más de una década, la piel oscura sigue siendo hasta hoy una parte de aquello que se oculta en la urbe, en el país y en la historia de Chile. 

Es por eso que quiero tomar el llamado de atención de Marco Avilés, desde su lugar de cholo, de escritor, de cronista de ojo crítico, sobre el racismo solapado que es quizás el más común y del que menos se tiene conciencia. En una de las entrevistas que ha dado a la prensa Marco Avilés sostiene “Nadie te cierra la puerta y te dice oye, tú no vas a trabajar acá porque eres cholo. No funciona así necesariamente. El sistema es uno que privilegia lo blanco, te va a ti enseñando que hay situaciones, puestos y ambiciones que no te corresponden, a las que no puedes aspirar. Entonces, uno cuando va desarrollándose se va poniendo limitaciones.” Y son esas limitaciones, la mayoría de las veces aprendidas en la escuela, en el barrio, en los libros, las  que silenciosa y casi imperceptibles, van diciendo que tales o cuáles pueden surgir y tales otros u otras no, minando el desarrollo personal, social y cultural de personas y pueblos, sólo por ser negros, sólo por ser indios, sólo por ser pobres.

La universidad reseñó la visita aquí.

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